Y puede ayudarte a encontrar tu llamado en la vida y los negocios.
A mis treinta años, me encontraba, como reza el inicio de la Divina Comedia, en una especie de selva oscura. Tenía muchas preguntas, pero pocas respuestas. Para entonces, ya estaba casado y con un bebé en camino. Tenía licenciatura y hasta maestría, pero no había encontrado un espacio profesional en el que me sintiera como pez en el agua. Las finanzas no levantaban y seguía buscando qué hacer, dónde hacerlo y cómo avanzar en mis metas profesionales, personales y familiares. pensaba hasta en cambiar de carrera.
Estaba atascado y con miedo.
Pedí consejo a muchas personas. Pedí trabajo, también, en distintos sitios. Pero las cosas no estaban encajando. Tenía un trabajo parcial que apenas lograba pagar los gastos mínimos y mis deudas se seguían acumulando. Mis amigos me recomendaban un negocio, luego otro. ¿Importar muebles? ¿Vender seguros? ¿Vender en internet? ¿Volver a un despacho? Todas parecían buenas opciones, pero no me llamaban poderosamente.
En papel, había hecho todo “bien”. Había sido un buen estudiante, me había preparado con empeño y, en apariencia, iba por buen camino. Pero seguía sin encontrar respuestas. Entonces, hablé con mi papá. Todo empezó con una pregunta paterna:
– ¿Cómo vas con todo?
– Pues… no muy bien. No sé qué negocio es mejor o dónde buscar trabajo.
Mi papá lo pensó un poco y después sentenció:
– No te compliques. Negocios hay muchos. Pero tú, solo uno. Como en la parábola: Dios te dio unos talentos, y de esos talentos te va a pedir cuentas. Tu trabajo es poner a trabajar tus talentos. Lo demás, vendrá solo.
Yo agradecí. Al principio, no presté mucha atención. Pensé que era un consejo más. “Típico de mi papá”, pensé. Y por un rato, no pensé más en ello.
¿Y… cuáles son mis talentos?
Al siguiente día traje a mi memoria el consejo. “Poner a trabajar mis talentos”, pero ¿Cuáles son mis talentos? Al preguntármelo, yo mismo no lo sabía.
Tuve que sentarme con mi esposa y con algunos amigos para desentrañar este misterio. Para mi sorpresa, para todos ellos era evidente lo que para mí era sorpresa. Ellos me respondieron casi inmediatamente: ¡tú eres buenísimo haciendo esto y aquello!
Pero… “esto y aquello” no era lo que había estudiado; ni el tema de mi maestría. Aparentemente, llevaba diez años en una carrera que, quizás, no era la mía.
La duda me asaltó con más fuerza. Aún si me equivoqué… ¿puedo cambiar de carrera diez años después, miles de pesos después, ya casado y casi con hijos…? ¿es esto una locura? ¿se va a burlar de mí la gente? ¿no le va a dar un soponcio a mi madre?
La respuesta llegó de parte de mi hermano, que me dijo: “No lo es”. Y me dio un libro para leer.
Cambiar de carrera como pez en el agua
El libro en cuestión fue El Elemento de Ken Robinson, uno de los best sellers más notables de los últimos tiempos, y tema de una de las Ted Talks más vistas de la historia. Devoré el libro en una sentada, porque estaba lleno de respuestas a mis preguntas. Con ejemplos e historias apoyadas en descubrimientos científicos sobre neurociencia y psicología, Robinson va dibujando una ventana clara en donde encontramos el éxito y la felicidad en nuestras vidas. A esa ventana, él le llama El Elemento , y es el lugar en donde tus pasiones y tus talentos se reúnen.
Imagen: Ilustración del autor
Estar “en tu elemento” es nadar como pez en el agua; encontrar el lugar en donde puedes destacar mientras disfrutas, llegando más lejos y ayudando a más personas en el proceso. Así que, después de todo, el consejo de mi padre no estaba mal. Al contrario: había dado en el clavo.
Ahora sabía lo que tenía que hacer.
Tras platicarlo con mi esposa -quien me apoyó sin reserva-, al día siguiente renuncié a un trabajo (aquél que “tocaba” por mi carrera) y abrí mi propio negocio, sin un solo peso; sin un solo cliente, sin otra cosa que una página web gratuita y una lista de correos de mis amigos y conocidos.
Esa misma tarde envié mi primera promoción: “Amigos, les comparto este nuevo negocio”. Y así empezó todo. Tuve un cliente primero, otro después. La cosa fue tomando forma y en menos de una semana había cambiado completamente de giro, de carrera y de objetivos profesionales.
Mis metas personales seguían siendo las mismas: tener una familia, atreverme, divertirme y ayudar a los demás. Pero el camino sería muy, muy distinto. Nadie se burló, ni a nadie le pareció extraño. Si acaso, me preguntaron que por qué me había tardado tanto.
Eso sucedió hace ocho, casi nueve años. En este tiempo, como dicen los libros de superación, “no me he aburrido un día”, y he logrado cosas que me llenan de orgullo en compañía de mi familia, de mis hijos (ahora tengo cuatro) y de mis amigos.
3 ideas para encontrar tu camino y cambiar de carrera si lo necesitas
Es la mejor decisión que he tomado, y lo hice gracias a un consejo. Mi papá falleció hace tres años, y me dejó muchas, muchas cosas. Este consejo es una de las mejores.
Te dejo aquí con tres ideas para encontrar tu camino:
- No pidas solo trabajo o dinero; pide consejo. Las personas que te conocen y estiman, solo quieren lo mejor para ti. Pide también consejo y mentoría a hombres y mujeres de éxito que admires. Nunca he encontrado a alguien que me niegue un consejo.
- Da consejo a quien te lo pida. No solo digas cosas por decirlas, o entregues mentiras piadosas. Si alguien te pide consejo, lo hace porque busca la verdad. Trata de ayudarle con honestidad y entereza. Puedes ser tú quien, entre miles, le ayude a ver la luz.
- Hay muchos “buenos” negocios, pero hay solo un “tú”. Si descubres qué eres tú (es decir: tu talento), entonces tendrás resuelta la mitas del problema. Lo que queda es constancia y aprendizaje.
- Cuando no tengas nada que invertir, invierte tu tiempo. Diseña un negocio desde “tu elemento”, desde el lugar en donde tus talentos y tus pasiones se reúnen. Aprende, mejora, arriesga y enfrenta las caídas con la frente en alto. No creo en el “dinero fácil”. Creo en la felicidad y el propósito.
- Pon tus talentos al servicio de los demás. Ese es tu gran negocio.