
El caso viral de una pareja descubierta en un concierto de Coldplay puso en evidencia lo que especialistas advierten desde hace años: una empresa se expone a graves riesgos reputacionales si no establece reglas claras de convivencia laboral. Y más allá de la anécdota, un affair oculto en la oficina puede convertirse en un arma de doble filo: arruinar carreras, generar desconfianza interna y afectar la imagen pública de la organización.
Paul Keable, director de estrategia de Ashley Madison, fue tajante: “Si vas a tener un affair, hacerlo en el trabajo es probablemente la peor forma posible de hacerlo”. Según el directivo, las compañías actuales son mucho más conscientes de los impactos reputacionales que un escándalo de este tipo puede traer. A diferencia de hace dos décadas, cuando la mayoría de las veces solo la mujer perdía su empleo, hoy las organizaciones saben que tolerar este tipo de conductas puede destruir su credibilidad frente a clientes, socios e inversionistas.
El experto sostiene que prohibir totalmente las relaciones en la oficina es poco realista, pero subraya la importancia de reglas claras.
“Si estás en una relación con alguien que tiene poder sobre tu posición, eso debería ser expuesto a la organización”, afirmó.
La transparencia es clave: mientras más discreción y secretismo rodeen un romance laboral, mayor será el riesgo de conflictos internos y de percepciones de favoritismo.
Uno de los mayores riesgos que identifica Keable es la existencia de jerarquías entre las partes involucradas. “Si hay una estructura de reporte —si me reporto a esa persona o ella a mí—, la relación debe ser divulgada claramente”, dijo. Cuando no se reconoce públicamente, los compañeros de trabajo pueden interpretar decisiones de promoción o asignación de proyectos como producto de favoritismos, lo que erosiona la confianza organizacional.
La cultura de la discreción puede volverse en contra de las empresas. En palabras de Keable, los espacios laborales han sido históricamente terreno fértil para estas relaciones debido al tiempo que se pasa en la oficina. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, cualquier indiscreción puede hacerse viral en segundos.
“Lo que vimos con casos recientes es que no solo dos individuos pierden, sino que la organización entera queda atrapada en un ciclo de noticias que nada tiene que ver con su negocio”, advirtió.
Los escándalos de alto perfil, como el del ex CEO de McDonald’s o el de Intel, muestran que las consecuencias trascienden a las personas involucradas. Incluso relaciones consensuales, si no se declaran, pueden derivar en renuncias forzadas, despidos y pérdidas millonarias en valor de marca.
“No es el asunto en sí mismo, es la apariencia de conflicto lo que causa el problema”, señaló Keable.
La percepción de favoritismo puede detonar tensiones internas. “Si no me dan la promoción que esperaba y creo que mi colega tiene una relación con su jefe, eso impacta la cultura y termina afectando el negocio”, explicó. La desconfianza entre colaboradores debilita la moral del equipo y puede traducirse en menor productividad y mayor rotación de personal.
Keable recuerda que más allá de la narrativa mediática, los protagonistas enfrentan consecuencias personales y profesionales devastadoras: pérdida de empleo, reputación dañada, demandas e incluso chantajes. “Si un líder se conduce de manera secreta, eso puede usarse en su contra, creando dinámicas de manipulación y riesgo para toda la empresa”, detalló.
El especialista subraya que las empresas no deben caer en el extremo de vigilar la vida privada de sus empleados. El equilibrio está en establecer protocolos claros y promover una cultura de transparencia. “Si tienes una relación, sé consciente: estos son los protocolos que debes reportar”, apuntó. Se trata de generar confianza, no de imponer vigilancia.
La respuesta, según Keable, es sencilla: pasamos gran parte de nuestra vida en la oficina. La convivencia diaria, los viajes de trabajo y la intensidad de los proyectos generan vínculos que muchas veces trascienden lo profesional. Pero cuando se cruza la línea y se convierte en un affair, los riesgos se multiplican:
“No es solo un problema de dos personas, es un problema que puede costarle caro a toda la organización”, afirmó.
Casos internacionales han mostrado que lo que comienza como un secreto entre dos personas puede acabar siendo lo primero que aparece al googlear el nombre de una compañía. En un país como México, donde las oficinas presenciales siguen siendo comunes, los especialistas recomiendan que las empresas revisen sus manuales de convivencia laboral y establezcan protocolos claros para evitar crisis.
Las relaciones extramaritales en el trabajo no solo ponen en riesgo la estabilidad personal de quienes las protagonizan: también exponen a las empresas a crisis reputacionales difíciles de revertir. La recomendación es clara: políticas transparentes, protocolos de reporte y cultura de confianza. Porque en el mundo corporativo de hoy, un affair en la oficina puede costar mucho más que un despido: puede arruinar la marca y la trayectoria de toda una organización.

