
El mundo despide a uno de sus grandes exploradores: Jim Lovell, el comandante del Apolo 13, falleció a los 97 años en Illinois, Estados Unidos. La NASA confirmó su muerte mediante un comunicado este viernes 8 de agosto, recordando al hombre que convirtió un desastre espacial en una hazaña de supervivencia.
Lovell, nacido en 1928 en Cleveland, fue piloto naval, astronauta y leyenda. Participó en cuatro misiones, pero su nombre quedó grabado en la historia por el Apolo 13 (1970), donde una explosión obligó a abortar el alunizaje.
Su famosa frase “Houston, tenemos un problema” se convirtió en símbolo de calma bajo presión. La agencia espacial destacó su “serenidad y valentía”, que salvaron a su tripulación. Tras retirarse en 1973, Lovell escribió Lost Moon (base de la película Apolo 13) y promovió la exploración espacial. Su vida fue un ejemplo de coraje e ingenio, y su legado sigue inspirando a nuevas generaciones.
Jim Lovell no solo fue el comandante del Apolo 13, su carrera fue una odisea de perseverancia. Rechazado inicialmente por la NASA por un problema médico, se unió en 1962 al segundo grupo de astronautas, según recoge CNN.
Antes del Apolo 13, ya había hecho historia: en 1965, en la Gemini 7, pasó 14 días en órbita (récord entonces); en 1966, en la Gemini 12, realizó caminatas espaciales clave; y en 1968, en el Apolo 8, fue uno de los primeros en orbitar la Luna.
Pero su mayor prueba llegó en abril de 1970, cuando un tanque de oxígeno explotó en el Apolo 13, dejando a la nave sin energía y con aire limitado. Lovell, junto a Jack Swigert y Fred Haise, improvisó soluciones con Houston para sobrevivir cuatro días en el frío módulo lunar, diseñado para dos personas.
Su liderazgo evitó una tragedia y demostró que el ingenio humano puede superar lo imposible. La NASA lo llamó “el fracaso más exitoso”, y su historia inspiró libros, películas y generaciones de científicos.
La frase “Houston, tenemos un problema” (en realidad, Lovell dijo “Hemos tenido un problema”) se volvió icónica, pero su impacto cultural fue más allá. Su vida reflejó la era dorada de la NASA, donde cada misión era una aventura.
En 1995, Apolo 13, la película dirigida por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks, llevó su historia al mundo. Lovell, consultor del filme, hizo un cameo como capitán del barco que rescató a los astronautas.
El libro que inspiró la cinta, Lost Moon (1994), lo coescribió con Jeffrey Kluger. Aunque soñaba con pisar la Luna, Lovell aceptó que su misión cancelada (Apolo 19) nunca ocurriera. En cambio, se dedicó a divulgar la ciencia: dio conferencias, abrió un restaurante temático (Lovell’s of Lake Forest) y apoyó programas educativos.
La NASA y su familia despidieron a Lovell como un símbolo de optimismo. En un comunicado, la agencia destacó cómo “transformó una tragedia en triunfo”. Su hija, Susan Lovell, recordó su “sentido del humor” y su fe en que “lo imposible solo toma más tiempo”.
Tras retirarse en 1973, Lovell trabajó en empresas aeroespaciales y fundaciones, siempre defendiendo la cooperación internacional en el espacio. Aunque nunca caminó en la Luna, su influencia fue clave para misiones futuras.
“Sin el Apolo 13, no habríamos aprendido tanto sobre seguridad espacial”, admitió un ingeniero de la NASA. En sus últimos años, Lovell vio renacer la exploración lunar con el programa Artemis, que llevará a la primera mujer al satélite.
Su muerte cierra un capítulo, pero su legado sigue vivo: la idea de que, incluso en la crisis, hay esperanza. Como dijo en 2019:
“El espacio enseña que los problemas no tienen fronteras… y las soluciones, tampoco”.
